"Si nosotros gobernáramos, todos temblarían" (Epilépticos Anónimos)

lunes, 9 de enero de 2012

Epilepsia canina


La epilepsia canina es una de las enfermedades neurológicas más antiguas que se conocen. La epilepsia canina se manifiesta por movimientos corporales no coordinados, pérdida o alteración de la conciencia y en ocasiones hiperactividad del sistema nervioso autóctono. El origen de un foco epiléptico puede ser por un defecto congénito, traumas, alteraciones inflamatorias debidas a enfermedades infecciosas, abscesos, neoplasias o alteraciones vasculares.

Existen tres etapas de un ataque epiléptico. El primero es el “aura", en esta etapa se presentan ciertos signos indicativos del inicio del ataque como son: inquietud, nerviosismo, temblores, salivación y no coordinación. Dichos signos pueden persistir unos segundos o varios días. La segunda, se conoce con el nombre de "ictus" (ictal) y se refiere al ataque en sí. Esta etapa puede durar unos cuantos segundos o varios minutos. Durante un episodio, el perro suele caer sobre un costado y presenta una respuesta motora involuntaria. El perro producirá una salivación excesiva y puede perder el control sobre sus esfínteres anal y urinario. Todos estos actos son inconscientes por lo que el animal pierde relación con el medio ambiente. La tercera es la etapa "postictal" que se caracteriza por un periodo de confusión, desorientación, excesiva salivación, inquietud, falta de respuesta a los estímulos ambientales y en algunos casos ceguera.
Se recomienda esterilizar tanto a machos como a hembras porque las crisis epilépticas también se pueden iniciar por efecto de las hormonas.
Cuando se da el episodio hay que llevar urgentemente al animal al centro veterinario, pero primero deberá mantener la calma y despejar la zona para evitar que se golpee con artículos que existan a su alrededor como muebles u otros objetos. Durante el ataque el animal atraviesa una enajenación en donde desconoce a su dueño y al medio que lo rodea, por lo que no conviene tocarlo, sólo observar la duración, para establecer un tratamiento y dosis adecuados.
El tratamiento consiste en la administración de anticonvulsivantes. Estos medicamentos impiden de alguna manera que las neuronas epilépticas disparen y diseminen sus descargas eléctricas. En la actualidad, existen muchos medicamentos en el mundo destinados a este objetivo. En el perro y gato, el principal corresponde al Fenobarbital, el cual debe otorgarse dos veces al día y mínimo durante 6 meses. Este tiempo es el que requieren las neuronas epilépticas para que “aprendan” a no convulsionar. Otro medicamento es el Bromuro de potasio.

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