En las crisis parciales simples no se pierde la consciencia y se distinguen en:
- Crisis parciales simples con síntomas motores: las personas que sufren este tipo de crisis notan movimientos rítmicos en una mano o brazo o en una parte de la cara. Puede haber una pérdida de fuerza transitoria en los músculos afectados.
- Crisis parciales simples con síntomas sensitivas: visuales (pérdida de visión en una parte de campo visual, visión de objetos aumentados o disminuidos en tamaño, visión de colores,...), auditivos (escuchar ruidos o música), olfativos (percibir olores extraños normalmente desagradables), gustativos (percepción de sabores) y sensación de vértigo o mareo.
- Crisis parciales simples con síntomas vegetativos: dilatación de las pupilas, taquicardia, enrojecimiento o palidez facial, sudoración, salivación, náuseas,...
- Crisis parciales simples con síntomas psíquicos: sensación de haber vivido la situación (déjà vu), sensación de miedo, ataques de ira, alucinaciones,...
En las convulsiones parciales complejas los síntomas se inician en una parte aislada del cuerpo, como la mano o el pie, y luego ascienden por la extremidad al mismo tiempo que la actividad eléctrica se extiende por el cerebro. Durante las convulsiones la persona pierde el contacto con su entorno, se tambalea, realiza movimientos involuntarios y torpes de brazos y piernas, emite sonidos ininteligibles, no entendie lo que los demás expresan y puede resistirse a que le presten ayuda. El estado de confusión dura unos minutos y se sigue de una recuperación total.
En las convulsiones tónico-clónicas (gran mal o crisis convulsicas) la persona experimenta una pérdida temporal de consciencia, espasticidad muscular intensa y contracciones en todo el cuerpo, giros forzados de la cabeza, rechinar de dientes (bruxismo) e incontinencia urinaria. Después, puede tener cefalea, confusión temporal y fatiga extrema. Habitualmente la persona no recuerda lo sucedido durante la crisis.
Los síntomas iniciales (fase tónica) son la flexión del tronco, la apertura de la boca y de los párpados y la desviación de los ojos hacia arriba. Se puede producir un grito al sacudirse toda la musculatura en espasmo y emitirse el aire forzadamente a través de las cuerdas vocales cerradas. Como los músculos respiratorios quedan contraídos se interrumpe la ventilación durante unos segundos y la piel y las mucosas se vuelven cianóticas. Las pupilas se dilatan y no reaccionan a la luz. La vejiga puede vaciarse porque puede haber relajación de esfínteres.
La segunda fase (fase clónica) comienza con un temblor leve generalizado que se vuelve más violento agitando todo el cuerpo. Esta fase suele durar unos 30 segundos en los cuales la persona permanece apneico. La cara toma un color violáceo y hace una serie de gesticulaciones, por las cuales se suelen morder la lengua y los labios. Además, la persona presenta abundante sudoración y salivación. Y su tensión y frecuencia cardiaca estarán aumentadas.
La finalización de la crisis se caracteriza por una inspiración profunda, donde cesan todos los movimientos. En este estado la persona persiste durante unos cinco minutos hasta que abre los ojos y se manifiesta aturdido, confuso y profundamente agotado.
La finalización de la crisis se caracteriza por una inspiración profunda, donde cesan todos los movimientos. En este estado la persona persiste durante unos cinco minutos hasta que abre los ojos y se manifiesta aturdido, confuso y profundamente agotado.
Las crisis de ausencia (el pequeño mal) se ven en niños en edad escolar (de 4 a 12 años) y son muy breves, suelen durar de 5 a 15 segundos. El niño se queda con la mirada fija y puede presentar pequeñas contracciones de los párpados o de los músculos faciales. Este tipo de crisis no producen convulsiones. Se produce una interrupción repentina de la consciencia de breve duración y sin pérdida del control postural.
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